Wednesday, June 5, 2019

Wednesday, June 5 Earth Day THE TREE AND I MATTHEW 7:15-20


Wednesday, June 5
Earth Day

THE TREE AND I
MATTHEW 7:15-20

They are like trees planted by streams of water,
which yield their fruit in its season, and their leaves do not wither.
In all that they do, they prosper.
Psalm 1:3 (NRSV)
            We know that for a tree to be able to bear fruit, a number of factors have to come together: the sun, the quality of the soil, the weather, water, night. We know that if one of those is lacking, the tree will bear no fruit, or at least there won’t be much.
            The Psalmist compares us to a tree. Several elements must be reconciled if the fruit we bear is to reflect holiness. The offering is made by God who pours out grace abundantly on creation. The Lord is sun, the best quality of soil, the weather, water, night. If the tree resists like an old man, the Father’s mercy won’t find a channel to contain it. Sin and death may have aged us so that we can only bear bitter fruit.
            The Psalmist makes an offer to us from God: Be happy. Being happy means that we are inseparable from the Lord in such a way that the fruits of holiness will be evident, because we will have as a goal his Kingdom; as a condition the freedom to live as his children; as law the precept of love. And thus, those who pass by the road of our life will say: “Whatever they do, it is well for them!” Let’s keep working for Jesus, the Father’s craftsman, to be like a tree planted by the banks of a river.

Prayer: Lord, we would be like a fruitful tree next to your waters. Give us that gift. Today we pray especially that you make us into guardians and protectors of the environment, knowing that we are responsible for them. Amen.


Translation by John Potter


Día del Medio Ambiente

EL ÁRBOL Y YO
MATEO 7:15-20

Ese hombre es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas.
¡Todo lo que hace, le sale bien!
Salmo 1:3

Sabemos que para que un árbol pueda dar frutos se tienen que conjugar muchos factores; el sol, la calidad de la tierra, el clima, el agua, la noche. Sabemos que, si falla uno de ellos, el árbol no dará frutos, o al menos no serán apreciables. El salmista nos compara con el árbol. Son varios los elementos a conciliar para que la santidad se refleje en los frutos que damos. La oferta la hace el Señor, que derrama su gracia sobreabundantemente en la creación. El Señor es el sol, la calidad óptima de la tierra, el clima, al agua, la noche. Nosotros somos el árbol. Si el árbol se resiste por viejo, la misericordia del Padre no encuentra cauce donde ser contenida. El pecado y la muerte pueden habernos envejecido de tal manera que sólo damos frutos amargos. El salmista nos hace una propuesta de parte de Dios: ser felices. Ser feliz implicará que nos consustanciemos de tal modo con el Señor que los frutos de santidad sean evidentes, porque tendremos como meta su Reino; como estado, la libertad de ser sus hijos; como ley, el precepto del amor. Y así dirán los que pasen por el camino de nuestra vida: ¡Todo lo que hace, le sale bien!  Dejémonos trabajar por Jesús, el artesano del Padre, para poder ser como un árbol plantado a la orilla de un río.

Oración: Queremos Señor, ser como el árbol fecundo, junto a tus aguas. Danos ese don. Hoy te pedimos especialmente que nos conviertas en guardianes y protectores del medio ambiente, sabiéndonos responsables del mismo. Amén

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