Sunday, December 7, 2014

Sunday, December 7 I AM THE LIGHT OF THE WORLD PSALM 119: 105-108

Sunday, December 7
i am the light of the world
pSalm 119: 105-108
“When Jesus spoke again to the people, he said ‘I am the light of the world.  Whoever follows me will never walk in darkness, but will have the light of life.’”
John 8:12
During the period of Advent, the symbol of light occupies a special place.  The Jewish tradition had already consecrated this beautiful metaphor in order to qualify God’s presence. Suffice it to recall the pillar of fire that accompanied the people through the desert during their exodus or the resplendent light on the face of Moses after receiving the Ten Commandments.

The light of Advent, however, is different from others in the history of salvation. This was neither a blinding light such as Moses’ face, nor frightening like the pillar of fire of the exodus. This light shined in the heavens, but descended unto the lowliest.  This light dignified humility and confirmed the greatness of God in the simplicity of a manger.

Today, when speeches, even religious ones, invite us to pomposity, brilliance and ostentation, when we are tempted to be a blinding light as a sign of success; today when the fatuous fires of consumption and banality attempt to change even the gospel itself, we should remember what is the true light for our lives:  Jesus, the light of the world was born to be the definitive brightness.  Let us be inspired by this beautiful song:  The light of the world am I, listen to me, people, and come… Let us follow that light!


Prayer: God, you who are light and life, illumine our path. Grant that we may be able to reflect your light onto those around us. Amen.


la luz del mundo yo soy
Salmo 119: 105-108
“Otra vez Jesús les habló, diciendo:
-Yo soy la luz del mundo; el que me sigue
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”
Juan 8:12
En tiempo de Adviento el símbolo de la luz ocupa un lugar especial. Ya la tradición judía había consagrado esta bella metáfora para calificar la presencia de Dios. Baste recordar la lumbrera que guiaba al pueblo a través del desierto en el éxodo, o la luz resplandeciente en el rostro de Moisés luego de recibir los diez mandamientos.
Sin embargo la luz de Adviento es diferente a otras en la historia de salvación. Esta, no fue una luz enceguecedora como la del rostro de Moisés, ni estremecedora como la columna de fuego del éxodo. Esta luz brilló en los cielos, pero descendió hasta lo más pobre. Esta luz dignificó la humildad y consagró la grandeza de Dios en la sencillez de un pesebre.
Hoy, cuando los discursos, incluso religiosos, nos invitan a la pompa, el brillo y la ostentación; hoy, cuando tenemos la tentación de ser luz enceguecedora como signo  de éxito; hoy cuando los fuegos fatuos del consumo y la banalidad pretenden cambiar hasta el evangelio mismo, debemos recordar cuál es la verdadera luz para nuestras vidas: Jesús, la luz del mundo ha nacido para ser el resplandor definitivo. Dejémonos inspirar por ese hermoso canto: La luz del mundo yo soy, oídme pueblos y venid… ¡Sigamos esa luz!

Oración: Dios, tú que eres luz y vida, ilumina nuestro camino. Que podemos también reflejar esta tu luz a quienes nos rodean. Amén


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