Sunday, April 26
Anniversary of the Church San Nicolás de Bari
great love
1 John 3:1-3
How great is the love the Father has lavished on
us, that we should be called children of God! And that is what we are!
1 John 3:1a
Being sons and daughters
is a true privilege. Growing up in a physical and spiritual sense under the
care of our mothers, fathers or other family members gives us that first sense
of community, of the secure and indispensable place that is the family. The text from John’s epistle that we have
read today reassures us that there is a power greater than any other, the love of
God that has adopted us as his sons and daughters. Being part of “the family of
God” was an unknown concept for the religion of that time. Even today, the possibilities that God opens
to us upon revealing to us that we are a part of His family through his son
Jesus, the Christ, have yet to sufficiently soak into us as human beings.
But this privilege, as was to be expected, also
brings certain sacrifices. These sacrifices are not found in the form of
holocausts or offerings. Instead, they have to do with the ability to commit
ourselves to one another in love and in righteousness. The highest example of such a sacrifice was
made by Jesus himself, in his consistent walk toward the kingdom of God. With such an example to light the way, it
would be difficult to err. And yet we need to acknowledge that we often depart
from this straight path. Therefore our
prayer to God can be:
Prayer: Lord, forgive me for
not being capable enough of responding to your call. Grant that everything we do be for your glory
and honor. Amen.
Aniversario de la IPR de San Nicolás de Bari
Grande
amor
1
Juan 3:1-3
Miren cuánto nos ama el
Padre, que nos ha concedido
ser llamados hijos de Dios. Y
lo somos.
1 Juan 3:1a
El
ser hijos e hijas es un verdadero privilegio. Crecer en un sentido corporal y
espiritual al cuidado de nuestra madre, padre u otros familiares deviene ese
primer sentido de comunidad, de espacio seguro e imprescindible que es la
familia. El texto de la Epístola de Juan que hemos leído hoy nos da la
seguridad de que existe una fuerza mayor que cualquier otra, el amor de Dios,
que nos ha adoptado como hijos e hijas suyos. Ser parte de la “familia de Dios”
era un concepto desconocido y renovador para la religión de aquella época.
Hasta hoy día, no ha calado lo suficiente en nosotros como seres humanos, las
inmensas posibilidades que Dios nos abre al revelarnos ser una familia con él a
través de su hijo Jesús, el Cristo.
Pero este privilegio, como era de esperar, también
aporta ciertos sacrificios. Estos sacrificios no se encuentran ya en términos
de holocaustos u ofrendas. Más bien tienen que ver con la capacidad de
entregarnos a otros y otras en amor y en justicia. El sumo ejemplo de tal sacrificio
lo protagonizó el propio Jesús, en su consecuente camino hacia el reino de
Dios. Con tal ejemplo como lumbrera sería difícil errar. Sin embargo, debemos
reconocer que en más de una ocasión nos desviamos de recto camino. Así que
nuestra plegaria a Dios podría ser:
Oración: Señor, perdóname por no ser
lo suficientemente capaz para responder a tu llamado. Permite que todo lo que
hagamos sea para tu gloria y honra. Amén.
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