Monday, November 16
SHOUT OUT IN ANGUISH
1 Samuel
1:9-18
“My God,
hear my prayer!
Give ear
to the words of my mouth!
Psalm 54:2
Life is full of heartaches; whether we like it
or not, misfortune surprises us on multiple occasions. There, in the midst of
the situation that oppresses us, our faith is tested.
Hannah felt her sterility to be an unbearable
condition, which in her era resulted in discriminatory treatment because her
inability to bear sons was considered to be a divine curse. And if her husband
were to die, she would be defenseless if she had no one to represent her. The
constant mention of caring for orphans and widows in the Bible is not by
chance.
If in some manner you believe that you’re in a
situation where it’s God who has condemned you, then raise your eyes to heaven
and shout to Him. The Lord doesn’t send punishment as reprisal; rather he
surrounds us with moments that, like Hannah at the end of her journey, allow us
to sing a song of praise for the powerful hand of God who works miracles in our
midst. Hannah expresses it this way: “My
heart rejoices in you, my Lord; my strength is greater in your name…there is no
greater refuge than you, our God…”
On passing through trials and tribulations we
will see them as a resource by which we reach more elevated planes of faith and
in our relationship with God.
Prayer: I do not always cry out to You with the faith that should impel me; I do
not always pray with the intensity and devotion needed to acknowledge that you
are he who is always with me. Help me to internalize this truth today and every
day.
Translated by John Walter
CLAMAR EN LA ANGUSTIA
1 Samuel 1:9-18
“Dios mío, ¡escucha mi oración!
¡Presta oído a las palabras de mi boca!
Salmo 54:2
La vida está llena de sinsabores, querámoslo o no el infortunio nos
sorprende en múltiples ocasiones. Allí, en medio de la situación que nos
oprime, nuestra fe se ve probada. Ana sintió el ser estéril como una condición
insoportable, que en su época acarreaba además un trato discriminatorio por
considerar el no tener hijos como una maldición divina; sin contar que, en caso
de morir su esposo, se vería desamparada si no tenía un hijo que le
representara. No por gusto en la Biblia
se hace mención constante a tener preocupación de los huérfanos y las viudas.
Si crees que de algún modo estás en una situación donde Dios es quien te
ha condenado, levanta la vista al cielo y clama a Él. El Señor no envía castigo
como represalia sino que nos rodea de momentos que permiten, como Ana al final
de la jornada, cantar un canto de alabanza por la mano poderosa de Dios que
obra maravillas en medio nuestro. Ana lo expresó así: “En ti, Señor, mi
corazón se regocija; en tu nombre mi fuerza es mayor… No hay mejor refugio que
tú, Dios nuestro…”
Al atravesar pruebas y dificultades, miremos a ellas como un recurso por
el cual alcanzar planos más elevados de fe y de relación con Dios.
Oración: No siempre clamo a Ti
con la fe que debería impulsarme; no siempre oro con la intensidad y la
devoción necesarias como para reconocer que tú eres quien está siempre junto a
mí. Ayúdame a interiorizar esta verdad hoy y todos los días.
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