Wednesday, June 13, 2018

Wednesday, June 13 THE EARTH AND ITS FULLNESS PSALM 8


Wednesday, June 13
THE EARTH AND ITS FULLNESS
PSALM  8

Lord, our Lord, how majestic is your name in all the earth!
You have set your glory in the heavens.   (NIV)
Psalm 8:1a


One of the things that most worries the human being of our day is the competency of the great powers for conquest - not the space where some day they will play a game of chess, but as to put their feet on the face of the moon.

From time immemorial the human being has been captivated by nature, and there’s no dearth of those who may say that this was the cause that moved people to create the necessity of depending upon the “unknowns,” fabricating fetishes and gods. Up to a certain point, why not say it: they have enslaved him. Nevertheless, realities exist, like humans, that we cannot explain. Since man’s emergence we have concerned ourselves with finding an explanation for the great phenomena,  even for those that, through daily repetition, we don’t consider as such.

Some days ago, I witnessed how a child of only six years tried to prove to her Sunday school teacher that God was the sun. Clearly, she, who didn’t know how to read, couldn’t have taken this idea from any Egyptian biography.

The Psalmist perceived the grandeur of nature. Inwardly he felt fear, faced by the serious manifestations of the force of the wind or of thunder. He was inspired by the beauty of the stars, or by the clarity of the moon, and the power of sunlight. And aware of his smallness before all creation, it engendered in his breast an expression that makes this Psalm immortal: How great is your name in all the earth.

Let us examine this Psalm to enjoy its majesty and repeat with the Psalmist: Oh, our Lord, how great is your name in all the earth.

Prayer:  Thank you God for those gifts you give us: the sun, the moon, the stars. Amen.

Translation by John Walter

LA TIERRA Y SU PLENITUD
SALMO  8

¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Salmo 8:1a

Una de las cosas que más preocupa al ser humano de nuestros días es la competencia de las grandes potencias por conquistar, no ya el espacio donde algún día jugarán una partida de ajedrez, sino como poner los pies en la cara de la luna.

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha sido cautivado por la naturaleza y no ha faltado quien diga que ésta fue la causa que movió a las personas a crearse la necesidad de depender de los “desconocidos”; fabricándose los fetiches y dioses que, hasta cierto punto, por qué no decirlo, le han esclavizado. Sin embargo, realidades que como humanos no podemos explicarnos, existen. Desde los primeros momentos nos preocupamos por encontrar una explicación a los grandes fenómenos, aun para aquellos que, a causa de repetirse diariamente, no los consideremos como tal. Hace unos días presencié como una niña de sólo seis años trataba de probarle a su maestra de la Escuela Dominical que Dios era el sol. Claro que ella, que no sabe leer, no puede haber sacado esta idea de ninguna biografía egipcia.

El Salmista se percató de la grandeza de la naturaleza. Sintió en su interior el temor frente a las manifestaciones furiosas de la fuerza del viento o del trueno. Se inspiró en la belleza de las estrellas o en la claridad de la luna, en la potencia de la luz del sol. Y esta conciencia de su pequeñez frente a todo lo creado, hace que brote de su pecho una expresión que hace inmortal este Salmo. Cuán grande es tu nombre en toda la tierra. Acoquémonos a este Salmo para disfrutar de su majestuosidad y repetir con el Salmista. Oh Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra.

Oración: Gracias Dios, por esos regalos que nos distes: el sol, la luna, las estrellas. Amén. 

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