Monday, June 10
LIKE DEBORAH
JUDGES 4:4-15
Now Deborah, a prophet, the wife of Lappidoth,
was leading Israel at that time. (NIV)
Judges 4:4
Deborah
was a heroine of the Old Testament who was prominent in the battles of the
Israeli people during the period of the judges. Her great deeds were reflected
in a beautiful hymn that is a declaration of bliss for those who love God and
walk in his ways.
For
us there is no greater truth than the love of God, demonstrated in the
salvation that only he offers us. But this God who redeems the human being demands
the complete dedication of our lives, just as Deborah dedicated hers to prophetic
service. God’s love for us is so profound that it merits a devotion of equal
intensity; wholeheartedly, with all one’s
soul, strength and mind, to be available one hundred percent beneath “our
palm trees.”
The
love God demands of humans is not mere emotion, nor passion or holocaust. Like
Deborah’s, such a love is that which we can offer God through service to our
fellow man, and especially to those who have suffered the rigors of life: the orphans,
the widows, the exiled, the saddened, the infirmed and enslaved, etc.
It’s the
love that we have of him that enables us to share worldly goods and spiritual
gifts with others as a precious gift.
Prayer: Thank you, Celestial Father, for your love. Accept
ours in kind and inspire us to use it on behalf of our neighbor according to
your will. Amen.
Translation
by John Walter
COMO DÉBORA
JUECES 4:4-15
Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer,
Débora, profetisa, mujer de Lapidot
Jueces 4:4
Débora fue una heroína del Antiguo Testamento que se destacó en las luchas
del pueblo de Israel durante el período de los jueces. Sus hazañas quedaron
plasmadas en un hermoso cántico que es una declaración de bienaventuranza para
aquellos que aman a Dios y andan en sus caminos.
Para nosotros no hay verdad de mayor alcance que el amor de Dios,
demostrado en la salvación que sólo Él nos ofrece. Pero este Dios que redime al
ser humano, reclama la completa dedicación de nuestra vida, así como Débora
dedicó la suya al servicio profético. Es tan profundo el amor de Dios hacia
nosotros, que amerita una devoción igualmente intensa: con todo el corazón,
toda el alma, todas las fuerzas, toda la mente, estar disponibles ciento
por ciento debajo de “nuestras palmeras”. El amor que Dios reclama del ser
humano no es mera emoción, ni pasión, ni holocausto. Un amor así, y como el de
Débora, es el que podemos ofrecer a Dios a través del servicio hacia nuestros
semejantes y especialmente hacia los que han sufrido los rigores de la vida: los huérfanos, las viudas, los desterrados,
los tristes, los enfermos, los esclavos etc. Es el amor que nos hace compartir
con los demás los bienes materiales y espirituales que, en dádiva preciosa,
tenemos de Él.
Oración: Gracias Padre Celestial, por tu amor. Acepta como
recompensa el nuestro e inspíranos a usarlo en bien de nuestro prójimo según tu
voluntad. Amén.
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