Thursday, May 24
TESTING FAITH
GENESIS 22:1-3
“Here I am,” he replied.
Genesis 22:1b (NIV)
Many years had passed in Abraham’s life
since he was called from Ur of the Chaldeans, and was promised that he would be
the father of many nations; until at last he saw the birth of his promised son,
who would inherit the blessings given to Abraham. Clearly Isaac had a special
place in his father’s heart. He had been born to him in old age, rekindling the
flame of his hope. Abraham thought he could be secure in this world, relying on
Isaac, his successor, to carry out the divine plan. But it is then, when
Abraham was fully at peace and loved his son Isaac so deeply, that God wanted
to test his faith. And this is where we meet Abraham now. The man of faith,
though he may vacillate or falter, does not let these things control him, he
seeks victory. Abraham got up very early to do as the Lord had ordered him. He
may have spent the whole night praying, asking God for strength to sacrifice
his only son and burn him on the altar; but he know that God does not work on a
whim: He will have the last word.
The rest of the passage is well known. God
will provide the lamb. With faith nothing is impossible. It was necessary
to prove that God is behind everything, and Abraham did not waver in doing it. Testing
faith is like gold in the heated crucible, but there is a difference: gold
can’t increase when put in the crucible, while faith increases when put to the
test. Let us live this life of faith; faith tested with difficulties and
problems. Let us learn from Abraham today about the faith that has to wait
for God to provide the lamb.
Prayer: Lord, we pray today that you will bless
us with a robust faith. Amen.
Translation
by George Meek
LA FE PUESTA A
PRUEBA
GÉNESIS 22:1-3
Y él respondió: “Heme
aquí”
Génesis 22:1b
Habían pasado muchos años
sobre la vida de Abraham desde que fue llamado de Ur de los Caldeos, y de haber
recibido la promesa de ser padre de muchedumbres de gentes; hasta que por fin vio nacer al hijo
prometido, que heredaría las bendiciones ofrecidas a Abraham. Es evidente que
Isaac ocupaba un lugar muy prominente en el corazón de su padre. Le había
nacido en la vejez, reavivando así la llama de su esperanza. Ya Abraham pensaba
que podía estar tranquilo en este mundo, descansando en Isaac, su sucesor, en el desenvolvimiento del plan divino. Pero
he aquí que cuando más profunda era su paz, más profundo era su amor hacia su
hijo Isaac, Dios quiso someter a prueba su fe. Y es allí donde nos encontramos
con Abraham en esta oportunidad. El hombre de fe, aun cuando puede vacilar o
titubear, no deja que estas cosas lo dominen, prevé el triunfo. Abraham se
levantó muy de mañana para cumplir lo que el Señor le había ordenado. Es
posible que haya pasado la noche en oración, pidiendo a Dios fuerza para
sacrificar a su único hijo, y consumirlo en el fuego del altar; pero él sabía
que Dios no obraba, ni obra a capricho: Él diría la última palabra.
El resto del pasaje es
bien conocido. Dios proveyó el cordero. La fe no reconoce la palabra
imposible. Era necesario probar que Dios estaba detrás de todo aquello y
Abraham no vaciló en hacerlo. La prueba de la fe es como el oro en el crisol
puesto en el fuego; aunque con la diferencia de que el oro no es capaz de
aumentar cuando es puesto en el crisol, y la fe aumenta cuando es puesta a
prueba. Vivamos esa vida de fe. Fe puesta a prueba en medio de las dificultades
y los problemas. Dejemos que Abraham nos hable en el día de hoy de la fe que
hay que tener para esperar que Dios provea el cordero.
Oración: Señor, oramos hoy a ti,
pidiendo nos bendigas con una robusta fe. Amén.
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