Saturday, April 13
Anniversary of UNMIPRC
DARE TO TOUCH HIS
CLOAK
MARK 5:25-34
Daughter, your faith
has healed you.
Go in peace and be
freed from your suffering. (NIV)
Mark 5:34
When we read the
papers or hear stories of many women, we can verify that, despite all of society’s
and scientific advances, many continue under situations of violence and
oppression that produce great fear. In this text Jesus tells the woman that she
is already saved, and she can go in peace. Jesus restores her to full life. One
needn’t be too imaginative to realize how terrible life had been for her. For any woman an infirmity of this kind is
upsetting and brings about great disorders in her work and home life. For
Hebrew women this situation was made more difficult, because they were
considered impure because of menstruation, and everything they touched was then
impure.
When discovered, the
woman becomes frightened; she had only dared to touch the robe, she didn’t
speak or make a request, it was only a daring gesture, and now she was shaking,
thinking about what could happen. She had suffered so much that now she
expected the worst.
It’s the only
occasion in the Gospels where, after having been healed, a sick person shakes in
fright; and she has been disregarded for so long that she is afraid to reveal
herself as she is. But Jesus restores her, encourages her to dare, and perhaps
for that reason, insists on knowing who had touched him, for the woman to speak
and make herself known.
We don’t hear
anything again about this woman, but her story is repeated in all those who
continue to touch the cloak. This is the most essential: to dare, despite all
the frights. Jesus keeps asking and insisting that we say who we are.
Prayer: Lord, may many other women continue daring to touch your
cloak to be restored to full life. Amen.
Translated by John Walter
Aniversario de la UNMIPRC
ATRÉVETE
A TOCAR SU MANTO
MARCOS 5: 25-34
Hija,
tu fe te ha salvado, ve en paz y queda sana de tu azote
Marcos
5:34
Cuando
vemos los periódicos o escuchamos la historia de muchas mujeres, comprobamos
que, a pesar de todos los adelantos de la sociedad y de la ciencia, muchas continúan bajo situaciones de
violencia y opresión que producen gran temor. En este texto, Jesús dice a la
mujer que ya es salvada y que se fuera en paz. Jesús la reincorpora a una vida
plena.
No hay
que ser muy imaginativo para darse cuenta de cuán terrible había sido la vida
para ella. Para cualquier mujer una enfermedad de ese tipo es molesta y
ocasiona grandes trastornos en su vida hogareña y laboral. Para las mujeres
hebreas esta situación se hacía más difícil porque al tener menstruación eran
consideradas impuras e impuro todo lo que ellas tocaran. Cuando se ve
descubierta, la mujer se asusta, ella sólo se había atrevido a tocar el manto; no habló, no pidió, sólo un gesto de
atrevimiento y ahora tiembla al pensar en lo que pueda pasar. Ha sufrido tanto que ya espera lo peor.
Es el
único caso en el Evangelio que un enfermo después de ser sanado tiembla y se
atemoriza. Había vivido tan ignorada,
que siente miedo de mostrarse tal cual es. Pero Jesús la restituye, la
alienta a atreverse; quizás por eso
insiste en saber quién lo ha tocado, para que la mujer hable y se de a
conocer. De esta mujer no se nos vuelve
a hablar, pero su historia se repite en todas aquellas que se siguen atreviendo
a tocar el manto. Esto es lo esencial: atreverse a pesar de los sustos. Jesús
sigue preguntando e insistiendo en que digamos quiénes somos.
Oración: Permite,
Señor, que otras muchas mujeres se sigan atreviendo a tocar tu manto para ser
restituidas a la vida plena. Amén.
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