Sunday, August 24
LET US THINK OF OTHERS
JOHN 3:1-15
“Give, and it will be given to you. A good
measure, pressed down, shaken together and running over, will be poured into
your lap. For with the measure you use,
it will be measured to you.”
Luke 6:38
Throughout the twentieth century it was
thought that better living conditions would come to those who were happiest and
most fraternal. In today’s world we need to admit that material welfare is not
enough.
The Bible teaches us that happiness does
not consist in chasing after material riches, but rather in living in a good
relationship with God and with our neighbors. Those relationships give true
meaning to our lives. They are characterized not by what we possess but by what
we share and give.
Through being “born again” we enter into a new
dimension: that of God’s love. We have access
to it thanks to the most extraordinary gift:
God’s own Son and that Son’s gift of his own life. That gift has a peculiarity: it is universal, and yet, it concerns each individual
in a very personal manner. By accepting
his wealth and his tenderness, each person can devote himself to God with
gratitude.
A true and happy relationship is thereby
established with God, who is known not as the One who demands, but as the One
who gives and to whom one gives oneself. In turn, our relationships to others are
enriched when they develop along the same principle. Let us seek to discover
and satisfy the needs of others without expecting anything in return.
Prayer: Father, give us the wisdom to first do what we need to do first. Amen.
PENSEMOS EN LOS DEMÁS
JUAN 3:1-15
“Dad y se os dará; una
medida buena, apretada, remecida,
rebosante pondrán en el
halda de vuestros vestidos.
Porque con la medida con
que midáis se os medirá.”
Lucas 6:38
A lo
largo del siglo XX los seres humanos supusieron que la mejora en las
condiciones de vida volvería a la gente más feliz y fraternal. Hoy en día
debemos constatar que el bienestar material no basta.
La Biblia nos enseña que
la felicidad no consiste en correr tras las riquezas materiales, sino vivir en
buena relación con Dios y con nuestros semejantes. Tales relaciones dan su
verdadero sentido a la vida. Se caracterizan, no por poseer, sino por compartir
y dar. Por medio del “nuevo nacimiento” entramos en una nueva dimensión,
la del amor de Dios. Tenemos acceso a ella gracias al más extraordinario don:
el que Dios hizo de su propio Hijo y el que el Hijo hizo de su propia vida. Ese
don tiene una peculiaridad: es universal y, sin embargo, concierne a cada uno
de manera muy personal. Al gustar su riqueza y su dulzura, cada persona puede
darse a Dios con agradecimiento. Entonces se establece una verdadera y feliz
relación con Dios, conocido, no como
Aquel que exige, sino como el que da y a quien uno se da. A su vez, nuestras
relaciones con nuestros semejantes se enriquecen cuando se desarrollan sobre el
mismo principio. Busquemos descubrir y satisfacer las necesidades de los demás
sin esperar reciprocidad.
Oración: Padre, danos sabiduría
para hacer primero lo que debemos hacer primero. Amén.
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