May 21, Saturday
THE
FORBIDDEN QUESTION
JOHN
6:25-59
“All
man’s efforts are for his mouth,
yet
his appetite is never satisfied.”
Ecclesiastes
6:7
I
once read about a businessman who had given a party to celebrate his
success. The guests came together in
celebration of their host. One of them
commented on the good fortune that he had had: his business was doing well; he
had a beautiful wife and some marvelous children. To which the businessman replied: “You’re
right. These things are all going well
for me…” but then in a more serious tone, pointing to his chest, he went on:
“But don’t ask me how things are going here inside.” That was the forbidden question. What a lucid and awful confession! It gave away this man’s confusion. Social and family success fades in the face
of such interior anguish, of this indefinable malaise that eats away at our
contemporaries. Indeed, neither
professional successes nor amusement, nor the pleasures of social life can cure
this inner unease. There is but one person who can do this and that someone is
God. He can give peace and true
happiness. He sees the misery hidden
inside those hearts beneath deceptive appearances. He knows the desire to fill in that void, the
thirst for peace, for freedom. He alone can
give an answer to human needs. All it takes is for us to approach Him with the
acknowledgment that we are incapable of achieving our happiness by ourselves.
What
should I do? Should I take the step to
accept Christ in my life?
Prayer:
Yes, today I accept you, Lord, as my Savior. I want you to enter my life today and to
inundate me with your holy love. Amen.
LA PREGUNTA PROHIBIDA
JUAN 6:25-59
“Todo el trabajo del hombre es para su boca,
y con todo eso su deseo no se sacia”
Eclesiastés 6:7
Leí una vez sobre un empresario que había hecho una fiesta para celebrar su
éxito. Los invitados se reunieron para felicitar a su anfitrión. Uno de ellos
le comentó sobre la suerte que este tenía: los negocios marchaban bien, tenía
una bella esposa y unos hijos magníficos. A lo cual el empresario le respondió:
“Tiene razón. Esas cosas me van muy bien” pero después en tono más serio,
señalando su pecho, prosiguió: Pero no me pregunte cómo me va aquí adentro”.
Esa era la pregunta que no se debía hacer. ¡Qué lúcida y terrible confesión!
Traiciona el desconcierto de este hombre. El éxito social y familiar se empaña
ante el efecto de esta angustia interior, de este malestar indefinible que
carcome a muchos de nuestros contemporáneos. En efecto, ni los éxitos
profesionales ni las distracciones, ni los placeres de la vida social pueden
curar ese malestar interior. Solo hay alguien que puede hacerlo y ese alguien
es Dios. Él puede dar la paz y la verdadera felicidad. Él ve la miseria escondida
en esos corazones bajo apariencias engañosas. Él conoce su anhelo de colmar ese
vacío, la sed de paz, de liberación. Sólo Él puede dar una respuesta a las necesidades humanas. Basta con
dirigirnos a Él reconociéndonos
incapaces de lograr nuestra felicidad por nosotros mismos.
¿Qué hago, doy el paso de aceptar en mi vida a Cristo?
Oración: Sí, hoy te acepto Señor, como mi
Salvador. Hoy quiero que entres a mi vida y me inundes con tu santo amor. Amén.
No comments:
Post a Comment