Saturday, May 21, 2016

May 21, Saturday THE FORBIDDEN QUESTION JOHN 6:25-59

May 21, Saturday
THE FORBIDDEN QUESTION
JOHN 6:25-59

All man’s efforts are for his mouth,
yet his appetite is never satisfied.”
Ecclesiastes 6:7

I once read about a businessman who had given a party to celebrate his success.  The guests came together in celebration of their host.  One of them commented on the good fortune that he had had: his business was doing well; he had a beautiful wife and some marvelous children.  To which the businessman replied: “You’re right.  These things are all going well for me…” but then in a more serious tone, pointing to his chest, he went on: “But don’t ask me how things are going here inside.”  That was the forbidden question.  What a lucid and awful confession!  It gave away this man’s confusion.  Social and family success fades in the face of such interior anguish, of this indefinable malaise that eats away at our contemporaries.  Indeed, neither professional successes nor amusement, nor the pleasures of social life can cure this inner unease. There is but one person who can do this and that someone is God.  He can give peace and true happiness.  He sees the misery hidden inside those hearts beneath deceptive appearances.  He knows the desire to fill in that void, the thirst for peace, for freedom.  He alone can give an answer to human needs. All it takes is for us to approach Him with the acknowledgment that we are incapable of achieving our happiness by ourselves.

What should I do?  Should I take the step to accept Christ in my life?


Prayer: Yes, today I accept you, Lord, as my Savior.  I want you to enter my life today and to inundate me with your holy love. Amen.


LA PREGUNTA PROHIBIDA
JUAN 6:25-59

Todo el trabajo del hombre es para su boca,
y con todo eso su deseo no se sacia”
Eclesiastés 6:7
Leí una vez sobre un empresario que había hecho una fiesta para celebrar su éxito. Los invitados se reunieron para felicitar a su anfitrión. Uno de ellos le comentó sobre la suerte que este tenía: los negocios marchaban bien, tenía una bella esposa y unos hijos magníficos. A lo cual el empresario le respondió: “Tiene razón. Esas cosas me van muy bien” pero después en tono más serio, señalando su pecho, prosiguió: Pero no me pregunte cómo me va aquí adentro”. Esa era la pregunta que no se debía hacer. ¡Qué lúcida y terrible confesión! Traiciona el desconcierto de este hombre. El éxito social y familiar se empaña ante el efecto de esta angustia interior, de este malestar indefinible que carcome a muchos de nuestros contemporáneos. En efecto, ni los éxitos profesionales ni las distracciones, ni los placeres de la vida social pueden curar ese malestar interior. Solo hay alguien que puede hacerlo y ese alguien es Dios. Él puede dar la paz y la verdadera felicidad. Él ve la miseria escondida en esos corazones bajo apariencias engañosas. Él conoce su anhelo de colmar ese vacío, la sed de paz, de liberación. Sólo Él puede dar una respuesta  a las necesidades humanas. Basta con dirigirnos a Él reconociéndonos  incapaces de lograr nuestra felicidad por nosotros mismos.
¿Qué hago, doy el paso de aceptar en mi vida a Cristo?

Oración: Sí, hoy te acepto Señor, como mi Salvador. Hoy quiero que entres a mi vida y me inundes con tu santo amor. Amén.


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