Thursday, March 31, 2016

Poem by José L. Martín Descalzo

Thank you, Lord, for when you broke
the stone on your grave
you brought us the true hand of life,
not just another piece of what we humans call life,
but rather what is undying,
the burning flame that is not consumed,
the same life lived by God.

Thank you for this joy, thank you for this Grace,
Thank you for this eternal life that renders us immortal,
Thank you because when you rose from the dead
You inaugurated a new humanity
And placed this multiplied life in our hands,
this miracle of being men –and women—and more;
this pleasure of becoming participants in your triumph;
of feeling and being sons and daughters and members
of your human body and risen God.
We have not caught a fish since your departure.
We’ve spent twenty centuries uselessly casting
the nets of life,
and catching nothing but emptiness within its mesh.

We keep on hour after hour and the soul remains dry.
We’ve become sterile
Like the earth covered with cement.
Could we be dead already?  How many years has it been
since we have laughed?
Who recalls the last time that we loved?
And then one afternoon You return and say to us:
“Cast your net to the right, dare to trust again, open your soul,
Remove the new illusions from the old trunk,
Rewind your heart, get up and walk.”
And we do so only to please you.  And suddenly,
our nets overflow with joy,
our happiness returns
and the weight of the love we catch is so heavy that
the net breaks open bursting over
with a hundred and fifty new hopes.
Ah, You, life-giver of souls:
Come to our shores,
Walk on the waters of our indifference,
Return us, Lord, to your joy!

 José L. Martín Descalzo

Gracias Señor, porque al romper
la piedra de tu sepulcro
nos trajiste en la mano la vida verdadera,
no sólo un trozo más de esto que los hombres
llamamos vida, sino la inextinguible,
la zarza ardiendo que no se consume,
la misma vida que vive Dios.
Gracias por este gozo, gracias por esta Gracia,
gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales,
gracias porque al resucitar
inauguraste la nueva humanidad
y nos pusiste en las manos esta vida multiplicada,
este milagro de ser hombres -y mujeres- y más,
esta alegría de sabernos partícipes de tu triunfo
este sentirnos y ser hijos y miembros
de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.
Desde que Tú te fuiste no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos echando inútilmente
las redes de la vida,
y entre sus mallas sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos? Desde hace cuántos años
no nos hemos reído? ¿Quién recuerda
la última vez que amamos?
Y una tarde Tú vuelves y nos dices: "Echa la red a tu
derecha, atrévete de nuevo a confiar, abre tu alma,
saca del viejo cofre las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón, levántate y camina".
Y lo hacemos sólo por darte gusto. Y, de repente,
nuestras redes rebosan de alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor que recogemos
que la red se nos rompe cargada
de ciento cincuenta nuevas esperanzas.
¡Ah, Tú, fecundador de almas:
llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría!
José L. Martín Descalzo




No comments:

Post a Comment