Wednesday,
January 24
IT’S A MATTER OF SHOUTING
ISAIAH 19:16-25
...When they cry out to the Lord because
of their oppressors,
He will send them a savior and defender…
Isaiah 19:20 (NIV)
In everyday life, we think that the one
who shouts the loudest is the winner. We see this in our homes, with our sons
and daughters, our spouses, and in the street. We live by crying out. Some seek
to impose their authority, oppressing their fellow humans, making them suffer. And
that suffering is also a shout, a silent call to God for justice. Someone once
said: “Suffering is the megaphone God uses to be heard by a deaf world.” I
would add: “deaf from so much shouting.”
Behind those who shout so much there is
also a lot of suffering, a great pain that they bear. We also have shouts
within us that oppress us. The one who shouts is not always right. They do it
to impose their will, to feel important, to feel they are God. Today’s passage
invites us to trust not in our own shouts of authority, but in the one God sent
to the world to defend us and save us with authority.
He doesn’t respond to shouts. He did not
shout at those who did wrong, or to impose himself on those in power at his
time. Jesus did not shout at God asking for explanations about what he was
suffering; to the contrary, he was silent, not responding to the insults and
affronts. He knew that that was the only way he could show God’s power, in a
silence that instills peace, tranquility, and submission to his will. Let us
trust, have confidence in him to govern and guide our will so that we can live
in his love.
Prayer: Beloved God, calm our minds so that we
can calm our mouths. Give us your silence, which instills peace. In Jesus’
name, amen.
Translation by George Meek
LA CUESTIÓN ES
GRITAR
ISAÍAS 19:16-25
...cuando griten al
Señor pidiendo ayuda…
él les enviará un
libertador…
Isaías 19:20
En el juego
cotidiano de la vida creemos que gana el que grita más. Eso lo vemos en
nuestras casas, con nuestros hijos e hijas, en nuestros matrimonios, en la
calle. Vivimos a los gritos. Hay quienes gritan imponiendo su autoridad,
oprimiendo a sus semejantes, haciéndolos sufrir. Y ese sufrimiento también es
un grito, uno silencioso que llega a Dios reclamando justicia. Alguien afirmó
en algún momento: “El sufrimiento es el megáfono con el que Dios se hace oír
ante un mundo que está sordo”. Agregaría yo: “sordo de tanto gritar.”
Detrás de los que
gritan tanto también hay mucho sufrimiento, un gran dolor que acarrean. Sí, también en nuestro interior hay gritos,
gritos que nos oprimen. No siempre el que grita tiene la razón. Lo hace para
imponerse, sentirse importante, sentirse Dios. El texto de hoy nos invita a
confiar, más que en nuestros propios gritos de autoridad, en aquel que Dios
envía al mundo para que nos defienda y nos salve con autoridad.
Él no viene a los
gritos. Él no gritó a quienes hacían las cosas mal, o para imponerse frente a
los poderosos de su tiempo. Jesús no gritó a Dios pidiéndole explicaciones por
lo que estaba sufriendo; muy por el
contrario, calló, enmudeció ante los insultos y los agravios. Sabía que sólo de esa manera podía
manifestarse el poder de Dios en un silencio que infunde paz, tranquilidad y
sumisión a su voluntad. Confiemos, pongamos nuestra confianza en Él y dejemos
que gobierne y guíe nuestra vida para que podamos vivir en su amor.
Oración: Dios amado, aquieta
nuestras mentes para así aquietar también nuestra boca. Danos de tu silencio,
ese que infunde paz. En Jesús, amén.
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