Wednesday, January 24, 2018

Wednesday, January 24 IT’S A MATTER OF SHOUTING Isaiah 19:16-25

Wednesday, January 24

IT’S A MATTER OF SHOUTING
ISAIAH 19:16-25

...When they cry out to the Lord because of their oppressors,
He will send them a savior and defender…
Isaiah 19:20 (NIV)

In everyday life, we think that the one who shouts the loudest is the winner. We see this in our homes, with our sons and daughters, our spouses, and in the street. We live by crying out. Some seek to impose their authority, oppressing their fellow humans, making them suffer. And that suffering is also a shout, a silent call to God for justice. Someone once said: “Suffering is the megaphone God uses to be heard by a deaf world.” I would add: “deaf from so much shouting.”

Behind those who shout so much there is also a lot of suffering, a great pain that they bear. We also have shouts within us that oppress us. The one who shouts is not always right. They do it to impose their will, to feel important, to feel they are God. Today’s passage invites us to trust not in our own shouts of authority, but in the one God sent to the world to defend us and save us with authority.

He doesn’t respond to shouts. He did not shout at those who did wrong, or to impose himself on those in power at his time. Jesus did not shout at God asking for explanations about what he was suffering; to the contrary, he was silent, not responding to the insults and affronts. He knew that that was the only way he could show God’s power, in a silence that instills peace, tranquility, and submission to his will. Let us trust, have confidence in him to govern and guide our will so that we can live in his love.

Prayer: Beloved God, calm our minds so that we can calm our mouths. Give us your silence, which instills peace. In Jesus’ name, amen.

Translation by George Meek


LA CUESTIÓN ES GRITAR
ISAÍAS 19:16-25

...cuando griten al Señor pidiendo ayuda…
él les enviará un libertador…
Isaías 19:20

En el juego cotidiano de la vida creemos que gana el que grita más. Eso lo vemos en nuestras casas, con nuestros hijos e hijas, en nuestros matrimonios, en la calle. Vivimos a los gritos. Hay quienes gritan imponiendo su autoridad, oprimiendo a sus semejantes, haciéndolos sufrir. Y ese sufrimiento también es un grito, uno silencioso que llega a Dios reclamando justicia. Alguien afirmó en algún momento: “El sufrimiento es el megáfono con el que Dios se hace oír ante un mundo que está sordo”. Agregaría yo: “sordo de tanto gritar.”

Detrás de los que gritan tanto también hay mucho sufrimiento, un gran dolor que acarrean.  Sí, también en nuestro interior hay gritos, gritos que nos oprimen. No siempre el que grita tiene la razón. Lo hace para imponerse, sentirse importante, sentirse Dios. El texto de hoy nos invita a confiar, más que en nuestros propios gritos de autoridad, en aquel que Dios envía al mundo para que nos defienda y nos salve con autoridad.

Él no viene a los gritos. Él no gritó a quienes hacían las cosas mal, o para imponerse frente a los poderosos de su tiempo. Jesús no gritó a Dios pidiéndole explicaciones por lo que estaba sufriendo;  muy por el contrario, calló, enmudeció ante los insultos y los agravios.  Sabía que sólo de esa manera podía manifestarse el poder de Dios en un silencio que infunde paz, tranquilidad y sumisión a su voluntad. Confiemos, pongamos nuestra confianza en Él y dejemos que gobierne y guíe nuestra vida para que podamos vivir en su amor.

Oración: Dios amado, aquieta nuestras mentes para así aquietar también nuestra boca. Danos de tu silencio, ese que infunde paz. En Jesús, amén.


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