Monday, August 13
GRANDEUR OF GOD, HUMAN
GRATITUDE
PSALM 19:1-6
The heavens declare
the glory of God;
the skies proclaim
the work of his hands. (NIV)
Psalm 19:1
The Psalmist
attributes all celestial activity to the direct influence of God: in the sun’s
rising and the radiance of the stars the Psalmist sees nothing less than the
work of the Creator.
Chesterton, the
English poet, says that each morning God commands the sun, “Get up you lazy sun
and fulfill your obligations.” Nevertheless, some people continue to see
contradictions between the scientific laws that rule the movement of the stars
of the universe and the action of the Creator.
The believers in our
Sunday worship, and even in our solitary meditations, praise God for the
celestial vault and for the breeze that murmurs, for the constellations on
high, for the immense ocean, for the waters that flow in the streams, for the
vast mountains, for the trees that sway, for the grass that we tread upon with
our feet.
We also thank the Creator
for the gifts that permit us to appreciate so much external beauty; that is to
say: the human senses that permit us to admire the splendor of the dawn and
receive the perfume of a jasmine.
Is there perhaps a contradiction
between the science that measures everything by the universal laws and the
Christian, who, not forgetting them, sees God as sustainer of all such laws?
Prayer: We pray to you O God, that you may give us an open heart
to all the joy and all the beauty that there is in this world. Allow us to see the
manifestation of your glory in the heavens that blaze or in the gentle rustling.
In Jesus Christ, amen.
Translation
by John Walter
GRANDEZA DE DIOS, GRATITUD HUMANA
SALMO
19:1-6
Los
cielos cuentan la gloria de Dios,
y el
firmamento anuncia la obra de sus manos
Salmo
19:1
El
salmista atribuye toda actividad celestial a la influencia directa de Dios. Al
levantarse el sol, al fulgurar las estrellas, el salmista no ve más que la obra
del Creador.
El
poeta Inglés Chesterton dice que cada mañana Dios le ordena al sol: “Levántate,
perezoso, y cumple con tus obligaciones.” Sin embargo, algunos siguen viendo
contradicciones entre las leyes científicas que rigen el movimiento de los
astros del Universo, y la acción del Creador.
Los
creyentes en nuestros cultos del domingo, y aún en nuestras meditaciones
solitarias, alabamos a Dios por la bóveda celeste y por la brisa que susurra,
por las constelaciones en lo alto, por el inmenso océano, por las aguas que
fluyen en los arroyuelos, por las montañas ingentes, por los árboles que se
mecen, por la hierba que hollamos con nuestros pies.
También
agradecemos al Creador los dones que nos permiten apreciar tanta belleza
externa, es decir, los sentidos humanos que nos permiten admirar el esplendor
de la alborada y recibir el perfume de un jazmín.
¿Hay
acaso una contradicción entre la ciencia que lo mide todo por las leyes
universales y el cristiano que no las olvida, pero que ve a Dios como
sustentador de tales leyes?
Oración: Te
rogamos oh Dios, que nos des un corazón abierto a todo el gozo y a toda la
belleza que hay en este mundo. Permítenos ver en la zara que arde o en el silbo
apacible, la manifestación de tu gloria. Por Jesucristo, amén.
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