Sunday, August 19
WE DIGNIFY WORK
PSALM 127
Unless the Lord builds the house,
the builders’ work is pointless.
Psalm 127:1 CEB
I invite you to meditate on this
story: Three men were employed by a
quarry. A visitor asked the same
question to each of them: “What do you
do here, my friend?” The first answered:
“I’m earning 20 pesos a day.” The second
answered, “I’m sawing stones.” The third said:
“I’m helping to build a cathedral.”
These three men did the same work in the
same quarry, but the concept that each had of his work was very different. The first thought about the immediate
advantage. The second applied himself to
his work and sought, without a doubt, to do it perfectly. Only the third worker had the idea of the
overall project in the quarry and considered himself a collaborator with the
architect, the builder, and all the workers to build a great building.
Whatever our job or profession, we are
probably in one of these three categories of workers. To work like the first worker, for a daily
wage, would not be satisfying. It seems
that the second worker already would be better, because he was, without a
doubt, concerned about his work, and wanted it to be well done. It seems to us, nevertheless, that only the
work done with the spirit of the third worker is what produces true
satisfaction. There is a need to work
with joy, with enthusiasm, and with love.
It is not enough to simply love your work, you must passionately love
the goal and set the target very high. Work is contributing what we can with
our talents and our strength to achieve on earth the ideal of Jesus Christ. It is participating in the divine work of the
new creation and a new world. When work
is looked at in this way, it is a privilege and an honor.
Prayer: Thank you,
good God, for you have given us the work that allows us to share our talents
and participate in your calling. Amen.
Translation
by Deborah McEachran
DIGNIFIQUEMOS EL TRABAJO
SALMO 127
Si Jehová no edificare la
casa,
en vano trabajan los que
la edifican
Salmo 127:1
Les invito a meditar en
esta historia: Tres hombres estaban ocupados en una cantera. Un visitante hizo
a cada uno de ellos sucesivamente la misma pregunta: “¿Qué hace usted aquí,
amigo mío?” El primero contestó: “Estoy
ganando veinte pesos por día”. El segundo contestó: “Estoy aserrando piedras”.
El tercero dijo: “Ayudo a construir una catedral”.
Estos tres hombres hacían
el mismo trabajo en la misma cantera, pero el concepto que tenían de su trabajo
era muy diferente. El primero pensaba en la ventaja inmediata. El segundo se
aplicaba a su tarea y procuraba, sin duda, hacerla perfectamente. Sólo el
tercero tenía una idea de conjunto de la obra que se realizaba en la cantera y
se consideraba colaborador del arquitecto, del constructor y de todos los
obreros, para la construcción de un gran edificio.
Cualquiera que sea
nuestro trabajo o profesión, estamos probablemente en una de estas tres
categorías de trabajadores. Trabajar como el primer obrero, por el salario
diario, no nos proporciona satisfacción alguna. Parecerse al segundo obrero ya
sería mejor, porque tenía sin duda, preocupación por su trabajo, quería que
estuviese bien hecho. Nos parece, sin embargo, que solamente el trabajo
realizado con el espíritu del tercer obrero es el que produce verdadera
satisfacción. Hay que trabajar con gozo, con entusiasmo y con amor. No se trata
simplemente de amar el trabajo, sino de amar apasionadamente la meta y de
colocar ese blanco muy alto. Trabajar es contribuir en la medida de nuestros
talentos y de nuestras fuerzas, a la realización en la tierra del ideal de
Jesucristo. Es participar en la obra divina de la nueva creación y de un mundo
nuevo. Concebido el trabajo así, es un privilegio y una dignidad.
Oración: Gracias buen Dios porque
nos diste el trabajo que nos permite entregar nuestros talentos y participar en
tu obra. Amén.
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