Sunday, December 9, 2018

Sunday, December 9 SUNDAY, MY FAVORITE DAY PSALM 122


Sunday, December 9
SUNDAY, MY FAVORITE DAY
PSALM 122

I rejoiced with those who said to me,
“Let us go to the house of the Lord.”  (NIV)
Psalm 122:1

Sunday is my favorite day. For many it’s a day of rest, but for me Sunday means a great amount of feelings. Tension begins the day because the entire liturgy might be a true moment of thanksgiving to God: the joy for the smile on each face, the comforting hug for those who are passing through difficult moments, and the tears of accompaniment amidst pain.

Sunday is also the day in which one perceives that special accompaniment on feeling oneself part of a community. It’s not a day exempt from conflicts to resolve and of crisis to confront, but one feels each prayer, each song, and each gesture, speaking and challenging my life. Later the Word of God throws light upon my journey and upon that of our family of faith.

After the worship service I confess that my body feels tired; it’s a symptom of that flowing out that God provokes in us, of that giving of ourselves to others. Immediately afterwards the liturgy of life continues, those small signs of the kingdom: the sharing of the table with dear friends, the filling of ourselves with love and energy to share with others, and to confront the personal and communal challenges of the week, listening to the news, to investigate and prepare us to offer a word of encouragement and hope.

Finally, Sunday is a day of expectation, of preparation, such as Advent, an active expectation that demands great energy, action, and prayer to assess all the good that God brings to being in our lives.


Prayer: Oh God may each Sunday be a time of thanksgiving, and each minute of my life be able to give testimony of that gratitude to you. Amen.

 Translation by John Walter  

EL DOMINGO: MI DÍA FAVORITO
SALMO 122
Yo me alegro con los que me dicen:
“Vamos a la casa del Señor”
Salmo 122:1

El domingo es mi día favorito. Para muchos es un día de descanso, pero para mí el domingo se presenta con una gran carga de sentimientos. Al comenzar el día, la tensión porque toda la liturgia sea un verdadero momento de acción de gracias a Dios, el gozo por la sonrisa en cada rosto, el abrazo consolador para quienes atraviesan momentos difíciles y las lágrimas de acompañamiento en medio del dolor.

El domingo es el día en el que también una percibe ese acompañamiento especial al sentirse parte de una comunidad. No es un día exento de conflictos a resolver y de crisis para enfrentar, pero una siente cada oración, cada canto y cada gesto, hablando y retando a mi vida. Luego la Palabra de Dios arrojando luz a mi camino y al de nuestra familia en la fe.

Después del culto, confieso que mi cuerpo se siente cansado, es un síntoma de ese vaciamiento que Dios nos provoca, de ese darnos a los otros. Inmediatamente después continúa la liturgia de la vida, esas pequeñas señales del reino: el compartir la mesa con seres queridos, el llenarnos de amor y energía para compartir con los otros, y para enfrentar los retos personales y comunitarios de la semana, el escuchar las noticias, investigar y prepararnos para ofrecer una palabra de aliento y esperanza.

En fin, el domingo es día de espera, de preparación, como el adviento, una espera activa que demanda mucha energía, acción y oración para aquilatar todo lo bueno que hace nacer Dios en nuestras vidas.


Oración: Permite oh Dios, que cada domingo sea un tiempo de acción de gracias y que puede cada minuto de mi vida dar testimonio de esa gratitud a ti. Amén


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