Sunday, December 9
SUNDAY, MY FAVORITE
DAY
PSALM 122
I rejoiced with those
who said to me,
“Let us go to the
house of the Lord.” (NIV)
Psalm 122:1
Sunday is my favorite
day. For many it’s a day of rest, but for me Sunday means a great amount of
feelings. Tension begins the day because the entire liturgy might be a true
moment of thanksgiving to God: the joy for the smile on each face, the
comforting hug for those who are passing through difficult moments, and the
tears of accompaniment amidst pain.
Sunday is also the
day in which one perceives that special accompaniment on feeling oneself part
of a community. It’s not a day exempt from conflicts to resolve and of crisis
to confront, but one feels each prayer, each song, and each gesture, speaking
and challenging my life. Later the Word of God throws light upon my journey and
upon that of our family of faith.
After the worship
service I confess that my body feels tired; it’s a symptom of that flowing out
that God provokes in us, of that giving of ourselves to others. Immediately
afterwards the liturgy of life continues, those small signs of the kingdom: the
sharing of the table with dear friends, the filling of ourselves with love and
energy to share with others, and to confront the personal and communal
challenges of the week, listening to the news, to investigate and prepare us to
offer a word of encouragement and hope.
Finally, Sunday is a
day of expectation, of preparation, such as Advent, an active expectation that
demands great energy, action, and prayer to assess all the good that God brings
to being in our lives.
Prayer: Oh God may each Sunday be a time of thanksgiving, and
each minute of my life be able to give testimony of that gratitude to you.
Amen.
Translation
by John Walter
EL
DOMINGO: MI DÍA FAVORITO
SALMO
122
Yo me
alegro con los que me dicen:
“Vamos
a la casa del Señor”
Salmo
122:1
El
domingo es mi día favorito. Para muchos es un día de descanso, pero para mí el
domingo se presenta con una gran carga de sentimientos. Al comenzar el día, la
tensión porque toda la liturgia sea un verdadero momento de acción de gracias a
Dios, el gozo por la sonrisa en cada rosto, el abrazo consolador para quienes
atraviesan momentos difíciles y las lágrimas de acompañamiento en medio del
dolor.
El
domingo es el día en el que también una percibe ese acompañamiento especial al
sentirse parte de una comunidad. No es un día exento de conflictos a resolver y
de crisis para enfrentar, pero una siente cada oración, cada canto y cada gesto,
hablando y retando a mi vida. Luego la Palabra de Dios arrojando luz a mi
camino y al de nuestra familia en la fe.
Después
del culto, confieso que mi cuerpo se siente cansado, es un síntoma de ese
vaciamiento que Dios nos provoca, de ese darnos a los otros. Inmediatamente
después continúa la liturgia de la vida, esas pequeñas señales del reino: el
compartir la mesa con seres queridos, el llenarnos de amor y energía para
compartir con los otros, y para enfrentar los retos personales y comunitarios
de la semana, el escuchar las noticias, investigar y prepararnos para ofrecer
una palabra de aliento y esperanza.
En
fin, el domingo es día de espera, de preparación, como el adviento, una espera
activa que demanda mucha energía, acción y oración para aquilatar todo lo bueno
que hace nacer Dios en nuestras vidas.
Oración:
Permite oh Dios, que cada domingo sea un tiempo de acción de gracias y que
puede cada minuto de mi vida dar testimonio de esa gratitud a ti. Amén
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