Saturday, March 4, 2017

Saturday, March 4 JESUS, THE SON OF GOD MATTHEW 14:22-33

Saturday, March 4
JESUS, THE SON OF GOD
MATTHEW 14:22-33

Jesus immediately reached out his hand and caught him, saying to him,
“You of little faith, why did you doubt?”
Matthew 14:31

In the second half of the first century, the Christian community was undergoing many difficulties. Palestine, the land of Jesus’ birth, was left behind. Now the Church was making its way in an unfriendly world and with a powerful enemy: Rome. As enthusiastic as Christians were about the Gospel, it was not easy to bear witness if they could only barely survive.

The Church found itself surrounded by forces hostile to its beliefs, and on any day there was the possibility of opening a new Pandora’s box with all of its calamities. The Roman world did not honor the standards of the Christian faith, and many pagans questioned whether or not they had the right to justice or even to life itself. It wasn’t easy to “stay afloat.” Everything threatened imminent shipwreck.

It is in these circumstances that the writer of Matthew tells a memorable story about Peter. It was the story of what was almost a disaster, a near-drowning, the day he wanted to walk on the waters. The wind was blowing fiercely and threatened to toss him into the waves. Horrified, Peter shouted, Lord, save me! Jesus reached out his hand and saved him from his fright.

The disciples and the writer of the Gospel saw in this experience dramatic evidence of God’s power. They knew him as the Master of the forces that are present in every one of life’s encounters with devastation. He had no equal. It was a lesson that they needed to learn, a lesson that we need to learn.

Let’s shout to the Lord like Peter: Save me! The Lord will do his part.

Prayer: To you, Lord, we shout like Peter: Save me!  Amen.

Translated by John Potter


JESÚS, EL HIJO DE DIOS
MATEO 14:22-33

Al momento Jesús, extendiendo  la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre  de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Mateo 14:31

En la segunda mitad del primer siglo, la comunidad cristiana estaba experimentando muchas dificultades. Palestina, la tierra en la que nació Jesús, quedaba atrás. La Iglesia ahora se estaba abriendo paso en un mundo sin simpatía y con un enemigo poderoso: Roma. Por entusiastas que fueran los cristianos acerca del Evangelio, no era nada fácil ofrecer un testimonio, si apenas podían sobrevivir.
La Iglesia se encontraba rodeada de fuerzas hostiles a sus creencias y cualquier día cabía la posibilidad  de que se abriera una nueva caja de Pandora  con todas sus calamidades. El mundo romano  no honraba los estandartes de la fe cristiana y muchos paganos ponían en duda si debieran o  no tener derecho a la justicia y la vida misma. No era fácil “mantenerse a flote”. Todo amenazaba naufragio inminente.
En estas circunstancias el escritor del libro de Mateo, recordó una historia memorable acerca de Pedro. Era la historia de lo que fue casi un desastre, un verdadero naufragio. El día que quiso caminar sobre las aguas. El viento estaba soplando fuertemente y amenazaba con lanzarlo a las olas. Horrorizado Pedro exclamó: Señor, sálvame. Jesús extendió Su mano y lo rescató de su terror. Los discípulos y el escritor del Evangelio vieron en esta experiencia una evidencia dramática del poder de Dios. Ellos le conocían como el Señor de las fuerzas presentes en cada encuentro devastador de la vida. No había nadie igual. Fue una lección que ellos tenían que aprender, es una lección que nosotros tenemos que aprender. Clamemos al Señor como Pedro: ¡Sálvame! ¡El Señor hará su parte!

Oración: A ti clamamos Señor, como Pedro: ¡Sálvame! Amén.

                                                                                                                   

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