Saturday, March 4
JESUS, THE SON OF
GOD
MATTHEW 14:22-33
Jesus immediately
reached out his hand and caught him, saying to him,
“You of little
faith, why did you doubt?”
Matthew 14:31
In the second half of the first century, the Christian
community was undergoing many difficulties. Palestine, the land of Jesus’
birth, was left behind. Now the Church was making its way in an unfriendly
world and with a powerful enemy: Rome. As enthusiastic as Christians were about
the Gospel, it was not easy to bear witness if they could only barely survive.
The Church found itself surrounded by forces hostile to its
beliefs, and on any day there was the possibility of opening a new Pandora’s
box with all of its calamities. The Roman world did not honor the standards of the
Christian faith, and many pagans questioned whether or not they had the right
to justice or even to life itself. It wasn’t easy to “stay afloat.” Everything
threatened imminent shipwreck.
It is in these circumstances that the writer of Matthew
tells a memorable story about Peter. It was the story of what was almost a
disaster, a near-drowning, the day he wanted to walk on the waters. The wind
was blowing fiercely and threatened to toss him into the waves. Horrified,
Peter shouted, Lord, save me! Jesus
reached out his hand and saved him from his fright.
The disciples and the writer of the Gospel saw in this
experience dramatic evidence of God’s power. They knew him as the Master of the
forces that are present in every one of life’s encounters with devastation. He
had no equal. It was a lesson that they needed to learn, a lesson that we need
to learn.
Let’s shout to the Lord like Peter: Save me! The Lord will
do his part.
Prayer: To you,
Lord, we shout like Peter: Save me!
Amen.
Translated by John Potter
JESÚS, EL HIJO DE
DIOS
MATEO 14:22-33
Al momento Jesús,
extendiendo la mano, asió de él, y le
dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué
dudaste?
Mateo 14:31
En la segunda mitad del primer siglo, la comunidad
cristiana estaba experimentando muchas dificultades. Palestina, la tierra en la
que nació Jesús, quedaba atrás. La Iglesia ahora se estaba abriendo paso en un
mundo sin simpatía y con un enemigo poderoso: Roma. Por entusiastas que fueran
los cristianos acerca del Evangelio, no era nada fácil ofrecer un testimonio,
si apenas podían sobrevivir.
La Iglesia se encontraba rodeada de fuerzas hostiles a sus
creencias y cualquier día cabía la posibilidad
de que se abriera una nueva caja de Pandora con todas sus calamidades. El mundo
romano no honraba los estandartes de la
fe cristiana y muchos paganos ponían en duda si debieran o no tener derecho a la justicia y la vida
misma. No era fácil “mantenerse a flote”. Todo amenazaba naufragio inminente.
En estas circunstancias el escritor del libro de Mateo,
recordó una historia memorable acerca de Pedro. Era la historia de lo que fue
casi un desastre, un verdadero naufragio. El día que quiso caminar sobre las
aguas. El viento estaba soplando fuertemente y amenazaba con lanzarlo a las
olas. Horrorizado Pedro exclamó: Señor,
sálvame. Jesús extendió Su mano y lo rescató de su terror. Los discípulos y
el escritor del Evangelio vieron en esta experiencia una evidencia dramática
del poder de Dios. Ellos le conocían como el Señor de las fuerzas presentes en cada
encuentro devastador de la vida. No había nadie igual. Fue una lección que
ellos tenían que aprender, es una lección que nosotros tenemos que aprender.
Clamemos al Señor como Pedro: ¡Sálvame! ¡El Señor hará su parte!
Oración: A ti clamamos Señor, como Pedro: ¡Sálvame! Amén.
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