Thursday, March 23
CONTROLLING OUR
TONGUES
JAMES 3:6-11
With the tongue, we
praise our Lord and Father, and with it we curse men, who have been made in
God’s likeness.
James 3:9
There is a story
about a man who had told so many evil stories about a local rabbi that,
burdened by remorse, he begged him for his forgiveness. He asked the rabbi: “Tell me how I can repair
the damage.” The rabbi replied: “Take
two pillows, go to a plaza and cut them up.
Then shake them in the air and come back afterwards.” The gossip did as the rabbi had asked and
when he returned he asked: “Now what?” “Good,” said the rabbi, smiling. “Now,
so you can realize the great damage caused by gossip, go back and try to pick
up all the feathers.”
We may also know these
types of people who like to spread gossip, to talk about others or to create a
state of false opinion in relation to others or with the situations that we
experience. These people may not even be aware of the damage they do, and they
might never feel any remorse. But what
we can do is to not be a part of that horrible change of judgments or poorly
intentioned comments, nor to go along with this behavior that is reproachable
in the sight of God. Cursing a person does not mean only to wish them bad or to
speak to speak to them inappropriately.
When we join our voices to a piece of gossip, we become channels of
curses. If you hear a rumor or a piece of gossip, remember the irreparable
damage that it can cause and tell this story to the gossipmonger. That can be a
very effective way to confront the commentary and, as James requests, to
control our tongues.
Prayer: Forgive us, God,
when we have been echoes of the gossip that arises in our congregation or in
our workplaces. Give us the spiritual strength to confront it and to stop this
kind of behavior that causes such great damage to the body of the Church. Amen.
Translation
by Elisa Menocal
CONTROLAR NUESTRA LENGUA
SANTIAGO 3:6-11
Con ella bendecimos al Dios y
Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de
Dios
Santiago3:9
Se cuenta que un hombre que había
contado tantos cuentos malvados acerca de un rabino local, cargado de
remordimiento, imploró a este que le perdonara. Le dijo al rabino: ¿dime cómo puedo reparar el
daño? El rabino contestó: Toma dos almohadas, vete a una plaza
y córtalas. Luego, sacúdelas en el aire y después regresa. El chismoso
hizo lo que el rabino le pidió y al regresar le dijo: ¿Y ahora? “Bien,” dijo el
rabino sonriendo. “Ahora, para darte cuenta del gran daño de los chismes,
regresa e intenta recoger todas las plumas.”
Quizás nosotros conocemos también a
este tipo de personas que les gusta contar chismes, hablar de los demás o crear
un estado de opinión falso en relación con otras personas o con situaciones que
vivimos. Quizás esas personas ni siquiera son conscientes del daño que hacen, y
a lo mejor nunca llegan a arrepentirse, pero lo que sí podemos hacer es no
formar parte de esa horrible cadena de juicios o comentarios malintencionados,
ni seguirle el juego a esta conducta reprochable ante los ojos de Dios.
Maldecir a una persona no significa solamente desearle el mal o hablarle
inadecuadamente. Cuando nos hacemos portavoces de un chisme estamos siendo
canales de maldición. Si escucha un chisme, recuerde cuánto daño irreparable
puede hacer y cuente esta historia al chismoso. Eso puede ser muy eficaz para
hacer frente a los comentarios y, como nos pide Santiago, para controlar nuestra
lengua.
Oración: Perdónanos Dios, cuando hemos
sido eco de los chismes que se levantan en nuestra congregación o centro de
trabajo. Danos la fortaleza espiritual para hacerle frente y detener este tipo
de conducta que tanto daña a tu cuerpo
que es la Iglesia. Amén.
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